La caída de Bashar Al Asad, cuyo régimen gobernó Siria durante 54 años, marca un giro histórico en el panorama político del país. En tan solo 12 días, las fuerzas rebeldes lideradas por el Hayat Tahrir al-Sham (HTS) lograron tomar Damasco sin encontrar resistencia significativa, obligando al mandatario a huir. La comunidad internacional, atenta al incierto futuro del país, ha expresado su esperanza en una transición pacífica y estable.

El líder rebelde, Abu Mohammad al Julani, conocido por su controvertido pasado vinculado a Al Qaeda, prometió recientemente “un Estado basado en instituciones y un consejo elegido por el pueblo”. Sin embargo, con una sociedad aún fracturada y armada, las dudas persisten sobre el rumbo que tomará el país. Mientras tanto, países como Rusia, antiguos aliados de Al Asad, han solicitado una solución pacífica basada en la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU, que promueve el diálogo político inclusivo.

Por su parte, figuras como el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump , relacionaron la caída del régimen con el debilitamiento de Rusia debido a la guerra en Ucrania. “Rusia e Irán están muy debilitados; uno por Ucrania y el otro por las acciones de Israel”, señaló Trump. Mientras tanto, Israel celebró los eventos, calificándolos como “un día histórico en Oriente Medio”, según el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Las calles de Damasco y Estambul se llenaron de celebraciones tras el colapso del régimen. “Es increíble, tenemos la sensación de renacer”, expresó Sawan Al Ahmad, una refugiada siria en Turquía, quien ahora sueña con regresar a su país. En Damasco, los ciudadanos derribaron estatuas de Hafez al Asad, el patriarca del clan, como símbolo del fin de una era de represión.

Mientras el futuro de Siria queda en manos de los líderes rebeldes y la diplomacia internacional, los desafíos son enormes. La reconstrucción del país, devastado por 13 años de guerra civil, requerirá no solo recursos, sino también un liderazgo que pueda sanar las heridas de un pueblo fracturado. Entre tanto, los sirios esperan que esta nueva etapa marque el inicio de una era de unidad y esperanza.