En un triste y alarmante giro de los acontecimientos, los alrededores de la majestuosa Catedral de Medellín se enfrentan a un problema creciente, el consumo de sustancias estupefacientes, exacerbado por la práctica peligrosa de raspar ladrillos para mezclarlos con bazuco. 

La situación ha llegado a un punto crítico, con los alrededores de la Catedral transformándose en una "olla" de consumo de estupefacientes que opera las 24 horas del día. Este fenómeno no solo amenaza la seguridad de la comunidad sino que también compromete la integridad de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. 

Para Jorge López, presidente de la junta de acción comunal Villa Nueva, este lugar se llenó de “habitantes de calle y basuras”. 

Dentro de las opciones para mitigar este flagelo estaría el considerar “volver a enrejar la Catedral para proteger este bien patrimonial para volverle a dar la dignidad”, dijo el sacerdote Leonardo Martínez, párroco de la Catedral.  

Más allá de las medidas de seguridad, es esencial abordar las causas subyacentes de la adicción y la desesperación. La preservación del patrimonio arquitectónico y la restauración de la dignidad de quienes luchan contra la adicción deben ser objetivos paralelos en la respuesta de la ciudad.